Con frecuencia insistimos en que cuanto más lejano esté un alimento del estado que originalmente lo encontramos en la naturaleza, mayor será su probabilidad de causarnos daño. Pues esto es también válido para las carnes. Sabemos que en algunos lugares donde los consumidores son más exigentes, se ofrece la opción de las carnes orgánicas (de animales criados sin el uso de fármacos u otros químicos) para el consumo.
El estudio aquí comentado demostró que una alta ingesta de carnes procesadas eleva el riesgo de sufrir accidentes vasculares cerebrales (AVC o “derrames” cerebrales). Fue publicado en la revista American Journal of Clinical Nutrition, vol. 94 (agosto 2011) y realizado por investigadores del Instituto Karolinska en Estocolmo, Suecia. Durante un período de 10 años se le dio seguimiento a más de 40.000 mil hombres.
Los hombres que consumieron más carnes rojas frescas, también vieron incrementado su riesgo, aunque no en forma tan significativa como con las carnes procesadas.
Carnes comúnmente consideradas como “saludables”, tales como embutidos de pavo bajo en grasa, jamón y mortadela, pueden aumentar el riesgo de AVC si su ingesta es suficientemente alta.
Los investigadores se plantean diversas hipótesis para estos hallazgos. Uno de ellos tiene que ver con el alto contenido de sodio de las carnes procesadas. Este podría incrementar el riesgo de hipertensión arterial a través del aumento de la rigidez vascular y el estrés oxidativo. La presencia de nitritos, empleados como preservantes en las carnes procesadas, es otra de las hipótesis planteadas.
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