La pandemia por COVID 19 enfrentada actualmente por el mundo
genera un sinfín de efectos sobre la salud. Parte de las más graves consecuencias ocurren sobre el balance emocional. El miedo a enfermar en sí mismo, a que
enfermen nuestros seres queridos, la incertidumbre ante el panorama financiero
(familiar, nacional o mundial), pasando por el confinamiento (solos o en
familias sobre expuestas a sí mismas) y el aislamiento social.
Los efectos emocionales pueden variar desde la ansiedad y la
tristeza, pasando por la irritabilidad desmedida, hasta algunos menos evidentes
como la apatía y la desesperanza. Puede haber efectos ya físicos, pero
estrechamente ligados a los anteriores, como insomnio, trastornos del apetito,
del deseo sexual y algunos ya más localizados en diferentes sistemas de nuestro
organismo.
Mucha gente termina por recurrir a diferentes fármacos para
intentar paliar
estos efectos. Aquí es donde podemos volver la mirada hacia la
Terapia Floral de Bach, que con su efecto de regulación sobre distintos
desbalances emocionales puede ser de enorme ayuda ya sea, antes de llegar al
uso de los fármacos, o en pacientes ya medicados para intentar reducir su
dependencia.
La Terapia Floral de Bach consiste en el uso (con fines
terapéuticos) de 38 esencias de flores silvestres que tienen propiedades para
equilibrar los estados mentales y emocionales. El médico, bacteriólogo y
homeópata inglés, Dr. Edward Bach, las descubrió (para este uso) en 1930. Desde
1984 la Organización Mundial de la Salud (OMS) las incluyó en su informe de
medicinas no tradicionales, resaltando su ausencia de efectos perjudiciales.
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